Hicieron bien. ¡Lo echaron!

Él es Martín. El retiro voluntario lo llevó al lugar que más le gusta: ¡La cocina!
Todos le decían «¡Estás loco!». Afortunadamente no les hizo caso.
Abrió un pequeño restaurante en San Telmo, Buenos Aires. Y como es bien manija, también produce su propio yogurt griego.
Natural, cremoso y versátil para cualquier hora del día. Ideal para un «take away»
Lo presenta en envases de PET blancos con boca ancha (adiviná a quién se los compra), que ayudan a conservar la pureza del producto impidiendo la entrada de luz.
Nada más lindo que hacer como Martín. Lo que gusta sin importar lo que digan.
Mirá el envase que usa Martín:

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